lunes, 5 de marzo de 2012

El fracaso de la “revolución”

Se acabó. La etapa de André Villas-Boas al frente del Chelsea termina de forma precipitada tras la derrota de los Blues el pasado sábado. Se esperaba la decisión definitiva tras la eliminatoria de Champions frente al Napoli, o incluso tras el replay de FA Cup en Birmingham. Sin duda, la imagen mostrada sobre el campo en la última jornada de liga ha sido la gota que ha colmado el vaso. El técnico luso ha dejado un balance de 18 victorias, 12 empates y 10 derrotas a lo largo de los nueve meses que ha ocupado el cargo.

André Villas-Boas (1977)
Villas-Boas llego de Oporto tras una exitosa etapa con los Dragones y Abramóvich vio en él una figura capaz de remplazar con creces a Carlo Ancelotti, reestructurar el equipo para seguir optando a todo y evocar la figura del mejor Mourinho. La juventud (34 años) no era un problema. La llamada “revolución” consistiría en ir depositando el cetro de poder del vestuario en nuevas figuras que dieran un nuevo aire al equipo y contribuyesen a formar un Chelsea ganador, lejos de estancarse en la influencia de los veteranos. Llegaron así Juan Mata, Oriol Romeu y Romelu Lukaku. Savia nueva (y joven) a la que se unió el portugués Raúl Meireles para apuntalar el centro del campo. Obviamente, la revolución quedaba lejos, pero estas caras nuevas unidas a las de Fernando Torres y David Luiz, llegados el invierno anterior podrían empezar a marcar los pasos para abrir una nueva dinastía en el club.

El problema viene cuando no hay intención de basar el proyecto en una perspectiva a largo plazo y el manager es lo menos importante, una mera figura a la que atizar cuando vienen malos momentos. Todo cambio requiere tiempo y, por consiguiente, paciencia. Cuando se ficha a un nuevo entrenador no solo hay que tener en cuenta que viene de ganar, también hay que tener presente cómo y de qué forma lo ha hecho. No se puede basar el proyecto en la figura de un líder, cuando no se deposita toda la confianza en él. Parece que la cantidad de recursos económicos da licencia para hacer y deshacer lo que haga falta, en el momento que haga falta, despreocupándose de lo que de verdad importa: el proyecto deportivo. Hay que pensar en el futuro del club, no en ganar tres, cuatro o cinco títulos en la primera temporada. Hay que elaborar un plan deportivo, teniendo en cuenta que la renovación del equipo debe ser una obligación. Si Abramóvich ha despedido a siete entrenadores en apenas nueve años, no es normal que no se haya dado cuenta de lo que ocurre. Por supuesto, la dinámica de despidos no ha ayudado para nada a la adaptación del portugués.

El balance de poder ha pasado directamente del mánager a los jugadores, sabiéndose muchos inamovibles. Hay que acabar con eso, con el futbolista que se ve intocable por encima de cualquier otro empleado del club, empezando por el míster, claro. El veterano que se siente amenazado será porque sabe que su rendimiento no es el adecuado. Que quede claro que no quiero dar a entender que se deba sentenciar de inmediato a futbolistas como Frank Lampard, John Terry o Didier Drogba. Jugadores que he visto dar todo por la camiseta azul, que han ayudado siempre al equipo y que son capaces de darnos muchas alegrías, pero que deben asumir que su aportación deber ir reduciéndose con el paso de los años. Esto no quiere decir que ya no se los necesite, simplemente que deben seguir ayudando al club asumiendo un papel menos protagonista. Es frustrante ver como cada año que las cosas no salen bien a las primeras de cambio se recurre a abrir la puerta al entrenador de turno, sin pensar en la estabilidad a largo plazo y en que puede que no sea el único problema.

En absoluto hay que quitar a Villas-Boas de toda culpa. Un entrenador de primer nivel tiene que saber donde se mete y debe poder salir al paso de situaciones como la acontecida. Durante su mandato ha tomado cuestionables decisiones tácticas que pueden haber sido más o menos apoyadas, ha abusado de sistemas que no convenían al equipo por el juego que se venía haciendo en los últimos años y se ha centrado en aplicar la llamada “revolución” sobre los ya existentes, cuando debería haberlo hecho sobre las caras nuevas. ¿Cuántas convocatorias se ha perdido Romeu? ¿Qué pinta Lukaku jugando con los reservas? ¿Por qué se cede a McEachran? ¿Qué ha hecho Bertrand para gozar de tan pocos minutos, teniendo por delante a un Ashley Cole en paupérrimo estado de forma? Algunas preguntas (entre otras muchas) que han ido surgiendo a lo largo del presente curso y que ayudan muy poco a mitigar la mala imagen mostrada pos los Blues esta temporada.

Ahora llega Roberto Di Matteo como técnico hasta final de temporada. El segundo de abordo hasta ahora, demostró no hacerlo mal con el West Bromwich y tiene hasta junio para sacar a flote al equipo. La realidad es que el Chelsea pelea con opciones por el cuarto puesto, sigue vivo en FA Cup, al menos hasta mañana, y tiene el partido de vuelta de octavos de Champions en casa, eliminatoria que se presenta complicada pero todavía posible. Ya no sabremos qué podría haber llegado a aportar Villas-Boas a final de temporada, lo que sí sabemos es que esta destitución aporta un fracaso más en la dirección y va siendo hora de revertirlo.

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