Se acabó. La etapa de André
Villas-Boas al frente del Chelsea termina de forma precipitada tras la derrota de los Blues el pasado sábado. Se esperaba la decisión definitiva tras
la eliminatoria de Champions frente al Napoli, o incluso tras el replay de FA Cup
en Birmingham. Sin duda, la imagen mostrada sobre el campo en la última jornada
de liga ha sido la gota que ha colmado el vaso. El técnico luso ha dejado un
balance de 18 victorias, 12 empates y 10 derrotas a lo largo de los nueve meses
que ha ocupado el cargo.
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André Villas-Boas (1977) |
Villas-Boas llego de Oporto tras
una exitosa etapa con los Dragones y Abramóvich vio en él una figura capaz de
remplazar con creces a Carlo Ancelotti, reestructurar el equipo para seguir
optando a todo y evocar la figura del mejor Mourinho. La juventud (34 años) no
era un problema. La llamada “revolución” consistiría en ir depositando el cetro
de poder del vestuario en nuevas figuras que dieran un nuevo aire al equipo y
contribuyesen a formar un Chelsea ganador, lejos de estancarse en la influencia
de los veteranos. Llegaron así Juan Mata, Oriol Romeu y Romelu Lukaku. Savia
nueva (y joven) a la que se unió el portugués Raúl Meireles para apuntalar el
centro del campo. Obviamente, la revolución quedaba lejos, pero estas caras
nuevas unidas a las de Fernando Torres y David Luiz, llegados el invierno
anterior podrían empezar a marcar los pasos para abrir una nueva dinastía en el
club.
El problema viene cuando no hay intención
de basar el proyecto en una perspectiva a largo plazo y el manager es lo menos
importante, una mera figura a la que atizar cuando vienen malos momentos. Todo
cambio requiere tiempo y, por consiguiente, paciencia. Cuando se ficha a un
nuevo entrenador no solo hay que tener en cuenta que viene de ganar, también hay
que tener presente cómo y de qué forma lo ha hecho. No se puede basar el
proyecto en la figura de un líder, cuando no se deposita toda la confianza en
él. Parece que la cantidad de recursos económicos da licencia para hacer y
deshacer lo que haga falta, en el momento que haga falta, despreocupándose de
lo que de verdad importa: el proyecto deportivo. Hay que pensar en el futuro
del club, no en ganar tres, cuatro o cinco títulos en la primera temporada. Hay
que elaborar un plan deportivo, teniendo en cuenta que la renovación del equipo
debe ser una obligación. Si Abramóvich ha despedido a siete entrenadores en
apenas nueve años, no es normal que no se haya dado cuenta de lo que ocurre.
Por supuesto, la dinámica de despidos no ha ayudado para nada a la adaptación
del portugués.
El balance de poder ha pasado directamente del mánager a los jugadores, sabiéndose muchos inamovibles. Hay que acabar con eso, con el futbolista que se ve intocable por encima de cualquier otro empleado del club, empezando por el míster, claro. El veterano que se siente amenazado será porque sabe que su rendimiento no es el adecuado. Que quede claro que no quiero dar a entender que se deba sentenciar de inmediato a futbolistas como Frank Lampard, John Terry o Didier Drogba. Jugadores que he visto dar todo por la camiseta azul, que han ayudado siempre al equipo y que son capaces de darnos muchas alegrías, pero que deben asumir que su aportación deber ir reduciéndose con el paso de los años. Esto no quiere decir que ya no se los necesite, simplemente que deben seguir ayudando al club asumiendo un papel menos protagonista. Es frustrante ver como cada año que las cosas no salen bien a las primeras de cambio se recurre a abrir la puerta al entrenador de turno, sin pensar en la estabilidad a largo plazo y en que puede que no sea el único problema.
El balance de poder ha pasado directamente del mánager a los jugadores, sabiéndose muchos inamovibles. Hay que acabar con eso, con el futbolista que se ve intocable por encima de cualquier otro empleado del club, empezando por el míster, claro. El veterano que se siente amenazado será porque sabe que su rendimiento no es el adecuado. Que quede claro que no quiero dar a entender que se deba sentenciar de inmediato a futbolistas como Frank Lampard, John Terry o Didier Drogba. Jugadores que he visto dar todo por la camiseta azul, que han ayudado siempre al equipo y que son capaces de darnos muchas alegrías, pero que deben asumir que su aportación deber ir reduciéndose con el paso de los años. Esto no quiere decir que ya no se los necesite, simplemente que deben seguir ayudando al club asumiendo un papel menos protagonista. Es frustrante ver como cada año que las cosas no salen bien a las primeras de cambio se recurre a abrir la puerta al entrenador de turno, sin pensar en la estabilidad a largo plazo y en que puede que no sea el único problema.
En absoluto hay que quitar a
Villas-Boas de toda culpa. Un entrenador de primer nivel tiene que saber donde
se mete y debe poder salir al paso de situaciones como la acontecida. Durante su
mandato ha tomado cuestionables decisiones tácticas que pueden haber sido más o
menos apoyadas, ha abusado de sistemas que no convenían al equipo por el juego
que se venía haciendo en los últimos años y se ha centrado en aplicar la
llamada “revolución” sobre los ya existentes, cuando debería haberlo hecho
sobre las caras nuevas. ¿Cuántas convocatorias se ha perdido Romeu? ¿Qué pinta
Lukaku jugando con los reservas? ¿Por qué se cede a McEachran? ¿Qué ha hecho
Bertrand para gozar de tan pocos minutos, teniendo por delante a un Ashley Cole
en paupérrimo estado de forma? Algunas preguntas (entre otras muchas) que han
ido surgiendo a lo largo del presente curso y que ayudan muy poco a mitigar la
mala imagen mostrada pos los Blues esta temporada.
Ahora llega Roberto Di Matteo como
técnico hasta final de temporada. El segundo de abordo hasta ahora, demostró no
hacerlo mal con el West Bromwich y tiene hasta junio para sacar a flote al
equipo. La realidad es que el Chelsea pelea con opciones por el cuarto puesto,
sigue vivo en FA Cup, al menos hasta mañana, y tiene el partido de vuelta de
octavos de Champions en casa, eliminatoria que se presenta complicada pero todavía
posible. Ya no sabremos qué podría haber llegado a aportar Villas-Boas a final
de temporada, lo que sí sabemos es que esta destitución aporta un fracaso más
en la dirección y va siendo hora de revertirlo.
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